Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

16 de septiembre de 2015

México y Argentina en el escollo partidista (parte 2)

Por: Johana Hoyos Restrepo

La volatilidad electoral es una medición numérica que proporciona el análisis de patrones de estabilidad y regularidad en el comportamiento electoral que tiene la sociedad frente a los partidos políticos. Según Mark Payne la volatilidad electoral  permite valorar el cambio neto en la porción de escaños (y votos) de todos los partidos entre una elección y la siguiente.

La volatilidad electoral

Si por ejemplo, en los comicios anteriores el partido A recibió el 60% del total de escaños y el partido B recibió el 40%, mientras que en los más recientes el partido A obtuvo el 40% y el partido B, el 60%, el índice de volatilidad entre ambas elecciones es del 20%[1].

Graf2

Para analizar el caso de Argentina y de México en referencia a la volatilidad electoral, está el siguiente cuadro, en donde muestra que Argentina tiene una mayor volatilidad entre los años 1983-2003 con una media de 31.07. A diferencia del caso argentino, México entre los años 1982-2000 tiene una volatilidad media-baja con 18,43. Por parte de Argentina, la pérdida del caudal electoral histórico de uno de los partidos más antiguos del país, la Unión Cívica Radical, hizo que la volatilidad en este país se incrementara en los últimos años, especialmente a partir de los resultados de las últimas elecciones presidenciales[2]. En la actualidad, se puede afirmar que Argentina mantiene una volatilidad media-baja, puesto que si observamos las elecciones legislativas de los años 2005, 2009, 2001 y 2013, se percibe que las fuerzas que lideran la competencia electoral se mantienen firmes, aunque con cambios de proporción electoral muy bajos. Lo anterior permite mantener una certidumbre y una estabilidad altas, que permiten realizar proyecciones consistentes sobre los resultados de las elecciones a futuro.

En el caso mexicano, antes del año 2000 el país poseía una volatilidad media-baja, ya que se sabía casi con certeza que el éxito electoral lo tendría el Partido Revolucionario Institucional (PRI), lo que generaba por una parte alta certidumbre y estabilidad porque era casi evidente la continuidad del PRI como una gran fuerza política. Por otra parte, la gobernabilidad, puesto que el país contaba con mayorías en el congreso que facilitaban presidir y sacar adelante proyectos sin tantas negociaciones políticas. Después del año 2000, la volatilidad aumentó ya que el fin de la hegemonía del PRI marcó un antes y un después en el campo electoral. Empezaron entonces a surgir más partidos políticos y la fuerza electoral comenzó a inclinarse hacia estos, lo que conllevó a una baja certidumbre. En efecto, no se tenía certeza sobre los resultados de las elecciones, ni cómo iban a ser los comportamientos electorales de la sociedad mexicana.

El escollo partidista en México y Argentina

Como conclusión, parto del hecho que ni Argentina ni México poseen un sistema de partidos 100 % institucionalizado. En Argentina, hay un sistema de partidos con poca polarización ideológica, lo que le ayuda a mantener una buena gobernabilidad, y las posibilidades de consolidar coaliciones fuertes que reduzcan las negociaciones políticas son muy altas. Sin embargo, en cuanto a la volatilidad, observamos que ésta es elevada, lo que da poca certidumbre y estabilidad al momento de proyectar los resultados y/o los comportamientos electorales en las próximas elecciones. En el caso mexicano, se percibió que tiene bastante polarización ideológica, lo que puede dificultar la formación de coaliciones y aumentar los costos de las negociaciones políticas. Por otra parte, la volatilidad electoral es aun más fuerte luego del año 2000, y esto ha generado gran incertidumbre en el ámbito electoral, por desconocer como se seguirá comportando el electorado.

Pienso que tanto México como Argentina deben trabajar en fortalecer aún más los sistemas de partidos, para que estos se institucionalicen, y las dos variables estudiadas en estos artículos (polarización y volatilidad) se encuentren en óptimas condiciones. El tener un sistema político institucionalizado ayuda a mejorar y mantener la gobernabilidad, la estabilidad y la certidumbre en el país, ya que pueden ayudar a controlar y contener los conflictos de intereses, desviándolo hacía canales institucionales. Esto también ayuda a que los gobiernos pueden manejar conflictos agudos, sin que su propia autoridad se vea amenazada.

[1] La Democracia Importa: Democracia y desarrollo en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. 2006. Página 170.
[2] La Democracia Importa: Democracia y desarrollo en América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. 2006. Página 172.