Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

1 de julio de 2015

Historias tras el volante (segunda parte)

Por: María Camila Aranda, Catalina Montaña Santos y Paula Bejarano Mahecha

Causa curiosidad ingresar a la página de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) y encontrar que la definición de taxi no es solo lo que comúnmente conocemos de “automóvil de alquiler con conductor, provisto de taxímetro”, sino, también, es sinónimo de  “prostituta que mantiene a un proxeneta”. Entonces, surge el interrogante de si ¿los taxistas no solo prestan un servicio de transporte, sino también  otros servicios de manera informal? Al respecto, cabe señalar que si bien no hay certeza de que presten servicios “sexuales”, definitivamente los 52.768 carros amarillos que inundan la ciudad de Bogotá son también agentes de seguridad, espectadores de todo tipo de historias, psicólogos, informantes, además de generadores de opinión, entre otros tantos roles que se prestan para escribir un libro completo.

Taxista: espectador de encuentros íntimos y gurú del amor

Otro de los tantos roles que cumplen estos guardianes de la noche es el de ser espectador de todo tipo de encuentros íntimos. Estas son algunas de las historias que escuchamos. Manuel Ramírez, un joven de alrededor de 30 años, quien una noche en la búsqueda de un servicio, recogió a un joven que en mitad del recorrido le insinuó que le daría una propina adicional si accedía a cumplir una de sus fantasías sexuales. Ante la respuesta negativa de Manuel, el joven se mostró agresivo, lo insultó y abandonó el taxi en el siguiente semáforo. Cuenta también Carlos Guerrero que ha presenciado, en varias ocasiones, cómo parejas del mismo sexo utilizan su vehículo para darse caricias íntimas e ir más allá. Por último y con bastante asombro, nos cuenta Yeison Benavides de 40 años de edad que uno de sus clientes de toda la vida, un hombre de familia, ocasionalmente le pide que lo lleve a los bares gays de Bogotá, en búsqueda de un poco de diversión en las noches frías y desoladas de la capital.

Pasando a algo mucho más cotidiano. Es imposible negar que todos los capitalinos, por lo menos una vez, hayan utilizado el servicio de taxi y hayan sido también afortunados de escuchar los acertados y honestos consejos cuando de historias de amor se trata. Parece que estos hombres construyen y sanan heridas, como dice la canción de Arjona cabe entonces preguntarse ¿Qué es lo que hace un taxista construyendo una herida y seduciendo a la vida? Pues en muchas ocasiones, mujeres y hombres utilizan este espacio para tocar el tema preferido de todo tipo de conversación entre amigos, y amigas: el sexo opuesto. Entre los avances de las historias de amor, los psicólogos empíricos no dudan en interrumpir e indagar detalles sobre el susodicho y conocer la historia que hay detrás de llantos y risas, para aconsejar, con el único fin de triunfar en el amor. Dentro de su repertorio de consejos, se escuchan: “no lo llame”, “no le conteste”, “no la merece”, “no sufra por eso”, “no sea bobo”, “no se la deje montar”, “búsquese otra”, “la indiferencia mata” o como diría Arjona “no caiga usted por amores, debe de levantarse”, entre otros tantos que, sin lugar a dudas, a más de uno lo dejan pensando.

Taxista y fuente de información

En lo que respecta a la cultura y el conocimiento, agotando en el día a día todas las fuentes de información, se llegó a la conclusión que una de las mejores y más interesantes es el gremio de los taxistas. La mayoría de ellos escucha noticias permanentemente por la radio y siempre buscan comentar con sus pasajeros los temas principales y recientes. Durante estos días, los temas más sobresalientes y sobre los que se escuchan más opiniones son la situación de inseguridad con los robos en Transmilenio, las próximas elecciones a la alcaldía de Bogotá, el Proceso de Paz, el paro de profesores, la Liga Águila y el incidente de la hinchada del Boca en el clásico de la Copa Libertadores, entre otros. A esta conclusión se pudo llegar cuando hablamos con Raúl Pérez.

El atardecer se asoma por la ventana lateral del vehículo amarillo conducido por el señor Pérez, quien hasta ahora inicia su recorrido por las transitadas calles de la capital. Don Raúl, un taxista bumangués, luce de buen ánimo a pesar de ser las cinco de la tarde, hora en la que Bogotá parece más caótica que en cualquier otro momento del dia.

Entre pitos y anarquía, el señor Raúl intenta enfilarse en la ruta circunvalar hacia el norte, mientras que el sonido de la radio parece ser el único distractor en medio del estrés del trancón. En particular, este conductor no es como muchos otros, no sintoniza la emisora de música popular, ni las canciones grabadas en la memoria USB, el señor Raúl prefiere mantenerse informado a través de una estación radial muy famosa por su contenido de actualidad, noticias, debate tanto político, como social y económico, entre muchos otros.

Luego de cinco minutos de recorrido, Don Raúl hace un comentario al aire como quien quiere entrar en confianza y mantener una conversación que ya de por si se augura larga: “Qué tranconsito, eso siempre a esta hora es complicado, y mire a este, metiéndose por donde no cabe”, —en referencia a un carro que intentaba colarse en la larga fila que avanzaban lentamente por la avenida circunvalar sentido norte—.

Esta fue la oportunidad para empezar a hablar de la movilidad en Bogotá, uno de los temas de mayor preocupación para los capitalinos. Decidimos preguntarle entonces, cómo hacía él para mantener la paciencia en una ciudad donde no existe la infraestructura suficiente, donde la mayoría de calles se encuentran en mal estado, y la cultura del que maneje mas “atravesado” impera; don Raúl responde que: “no, es que ya es muy complicado, todos los días salen más y más carros a la calle, y las calles cada vez están más llenas de huecos, alcantarillas sin arreglar, semáforos que no funcionan”. Paralelamente, en las noticias radiales se decía que la movilidad en la capital iba a afectarse en los próximos días del mes de mayo, debido a cierres permanentes por mantenimiento en las vías, lo cual hizo que don Raúl con molestia afirmara: “¿si escucharon? siempre es lo mismo, pero los resultados no se ven, además la gente quiere que uno lo transporte rápido a su destino pero cada día se hace mas difícil”

A su vez, don Raúl con tono aireado repite: “Bogotá es una ciudad bien bacana, uno aquí encuentra todo, ya uno con el tiempo aprende a coger recovecos, caminos, a hacerle el quite al trancón, y a veces funciona y llega mas rápido. Pero como buenos colombianos dejamos todo para ultima hora, la mayoría de pasajeros siempre van tarde, y lo ponen a uno a voltiar”. Gratamente continuamos una conversación muy amena, hasta llegar a nuestro destino, luego de una hora de camino. Don Raúl, tan amable y social, se despide ofreciendo una tarjeta donde aparecen sus datos de contacto y se queda mirándonos y nos dice: “Yo no podré saber mucho, pero de algo sí estoy seguro y es que este tráfico se acaba cuando haya una mejor cultura de compartir el carro, los servicios de transporte sean eficientes y seguros, y salgan de circulación uno que otro carrito que ya no sirve y si contamina esta ciudad. Aunque todo esto es un sueño, habría que ver quien llega el próximo año a la alcaldía y que tanto va hacer, que ojalá sea mucho”. Como se señaló anteriormente, estos hombres no solo conocen sobre los temas que más aquejan la ciudad, sino que proponen soluciones que más allá de ser utópicas, no resultan ser nada descabelladas.

Taxista y mucho más…

Finalmente, y recorriendo las calles de Bogotá en compañía de los amarillos, se puede afirmar que estos hombres con mil y un temas de conversación cumplen una función social, pues efectivamente no solo prestan un servicio de transporte, sino también otros tantos cuando son agentes de seguridad, espectadores de todo tipo de historias, psicólogos, informantes y generadores de opinión como se evidencia a lo largo de la investigación. En conclusión, la sensación que nos queda es que bajo la mancha amarilla, que nunca falta en Bogotá, existen los “bogotanos más bogotanos” o los perfectos conocedores de la capital entre los 6,763 millones de habitantes en esta ciudad.

Día a día, hombres y mujeres toman su taxi para trabajar y llevar el pan de cada día a su casa, pero más allá de eso, son capitalinos que se preocupan por la seguridad de su ciudad e incluso por los habitantes de la misma cuando escuchan y aconsejan a cada uno de sus pasajeros. No siendo suficiente con lo anterior, se preocupan por los temas que aquejan a la ciudad, opinan y proponen soluciones que no se alejan de la realidad. ¿Quién conoce más Bogotá que un taxista que recorre todos los días, las 24 horas, la ciudad y que adicionalmente, tiene la oportunidad de hablar con un número significativo de personas? Nadie conoce la ciudad como la palma de su mano, como sí lo hacen los taxistas y tienen la oportunidad de conversar a fondo con tantas personas.

Por último, como reflexión final y dejando abierta la investigación, sin duda alguna, estos hombres, y en su minoría mujeres, cumplen otros tantos roles que nuestra investigación no descubrió, pero que seguramente completan un abanico variado y amplio. Se nos ocurre ahora que estos hombres y mujeres de amarillo, además de padres, hijos, hermanos, estudiantes y los mencionados anteriormente, utilizan son medio de trabajo para ser en ocasiones conquistadores de corazones, mensajeros, acompañantes, guías turísticos, vendedores de minutos, entre muchos otros. Así que sin lugar a dudas los amarillos, por lo menos en lo que respecta a Bogotá, a ustedes y a nosotras nos llevan ventaja cuando de hablar de roles se trata.