Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

4 de diciembre de 2017

El mundo conectado y el fin de la democracia

Por: Ricardo Montaño

 “Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” Las ciudades conectadas rastrearán dónde y cuándo la gente camina, inicialmente para iluminar su camino, pero eventualmente para monitorear lo que hacen y dicen.  Marti Hearst

Los riesgos asociados con el Internet de las Cosas son tan altos que como consecuencia de ello o mejor, valiéndose de esa excusa, la vigilancia gubernamental aumentará. Las herramientas de que dispone hoy la inteligencia artificial son capaces de monitorear, analizar y juzgar sobre casi cualquier detalle de la vida de cualquier individuo por medio de la información recolectada a partir  del IOT. El análisis de sentimientos puede ser aplicado para crear un perfil de personaje de cualquier individuo y de sus  intenciones.

Es decir, a través de los mismos aparatos, los expertos pueden mejorar la seguridad mientras al mismo tiempo ponen en peligro los derechos civiles. Los que controlan los algoritmos comenzarán a aprovechar más a fondo los caminos (que se multiplican constantemente) en los que pueden monitorear los sentimientos de los usuarios e, incluso, predecir y/o manipular cómo se comportarán  en determinadas situaciones.

Algunos expertos dicen que si la interface del cerebro del internet se volviera realidad, este tipo de espionaje podría capturar y procesar pensamientos humanos. Es una pesadilla de ciencia ficción traída a la vida. Un encuestado anónimo describió en el informe ya citado, el peor escenario posible, “Es una tragedia: Los incentivos individuales son geniales (mejor salud, más conveniencias, se ahorra dinero) mientras que las consecuencias a largo plazo para la sociedad son trágicas (pérdida de la privacidad, de la autonomía y de la seguridad del hogar).”

Te seguiré a dónde quiera que vayas

Como señala Marti Hearst, profesora en la universidad de California, tal como la omnipresencia de los celulares llevó a la eliminación gradual de las cabinas de teléfono, se volverá imposible elegir otra opción que no sea añadirse a este mundo conectado que se acerca. Por medio de los negocios de la gente, de sus casas  y carros e incluso por medio de su ropa podrán monitorearse todos sus movimientos y potencialmente, incluso sus pensamientos. Las ciudades conectadas rastrearán dónde y cuándo la gente camina y hacia dónde dirige sus pasos.  Inicialmente para iluminar su camino, pero eventualmente para monitorear lo que hacen y dicen. Las paredes de los negocios tendrán pequeños sensores incrustados en ellas, inicialmente para monitorear toxinas y terremotos, pero igualmente para monitorear intrusos y detectar robos o filtraciones  de los secretos de la compañía. La gente actualmente se amarra monitores a sus cuerpos para que les digan cuántos pasos dan, después reportarán todos los fluidos que entran y salen de los cuerpos, todo aparecerá en el monitor. Salirse del sistema será fuera de lo ordinario y un gran inconveniente, tanto como lo es ahora no cargar un dispositivo móvil.

  1. Rob Wyatt, un consultor independiente de seguridad de redes, afirmó que la funcionalidad triunfa siempre sobre la seguridad. “Desarrollamos una nueva función casi sin importarnos la seguridad y luego descubrimos que no podemos reacondicionarla. Un reciente fallo de la corte dice que no deberías tener expectativas sobre nuestra privacidad en los dispositivos conectados a internet”. Considerando que ahora tenemos tenedores, cepillos, monitores de salud, sábanas, juguetes sexuales y quién sabe cuánto más conectado a internet, esta decisión tiene profundas implicaciones en la vida personal, en la privacidad y revisiones y balances de las intrusiones y los controles del gobierno. Este fallo pasó casi sin reportes y sin mayores consecuencias públicas. No ocurrirá ninguna reacción mientras los juguetes sigan siendo llamativos.

Uno de los entrevistados para este extenso estudio observó acerca de esa gran invasión a la privacidad, que no es una situación en la que todos quieran participar plenamente y que él al menos, sólo se involucrará en modos que pueda controlar: “Pero soy viejo y cauteloso. Los jóvenes que han crecido con la tecnología tal vez no les importe, así que la interconectividad crecerá. Pero igual compraré un TV sin cámara, porque no quiero esa parte de mi vida conectada a ninguna cámara. No quiero mi refrigerador conectado. No quiero nada conectado. Quiero privacidad.” Un profesor de ciencia en una universidad suiza escribió “El mayor problema con los objetos conectados es el potencial seguimiento a la gente, a sus acciones y actividades, o que se le hackeen sus objetos y cambien de comportamiento. Deberíamos evadir tener los sistemas completamente centralizados donde cada evento es grabado y puede ser enviado al gobierno o cuerpos de vigilancia.

El robot más grande del mundo

Mary Chayko, profesora de comunicación e información en la Universidad Rutgers, respondió, “Mientras la cyber-seguridad se ha vuelto un desafío crítico para los gobiernos, la seguridad psicológica – La sensación de seguridad y arraigo – se vuelve, tal vez, el desafío primario para los individuos. Mientras vemos nuestros dispositivos, y el mundo, convertirse mucho más cercanamente conectado y reconocemos las inherentes debilidades de seguridad en este sistema, nos volvemos más psicológica y emocionalmente vulnerables. Mi esperanza es que dirijamos nuestra atención a esto, en comunidad, el uno con el otro – Uniéndonos (a veces en línea) para entender mejor nuestras respuestas, necesidades y fragilidades humanas comunes, y desarrollemos un sistema más fuerte y seguro.”

Barry Chudakov, fundador y rector en Sertain Research y StreamFuzion Corp., de mirar el problema desde otro enfoque, positivo si se quiere, “Ahora podemos liberar los poderes de todos los cerebros, todas las conciencias – tanto somáticas como artificiales – para resolver problemas y mejorar las condiciones humanas. Esto es un avance realmente destacable… Bruce Schneier dijo que el Internet de las Cosas, con la computarización de todo, será el robot más grande del mundo.

Este robot en todo lugar a todo momento – una concatenación de las cosas conectadas, sensores y actores – va a cambiar el mundo en modos que no podemos predecir y maximizará las ganancias de aquellos en control de los componentes. El daño físico o humano podría ser contenido… o podría dejar a los gobiernos y naciones más vulnerables al hacktivismo y el ciberterrorismo con el blanco en monitores de aire e infraestructuras eléctricas e hídricas… Inteligente y conectado también significa que los malos actores pueden hackear estos sistemas y crear travesuras y peor… El Internet de las Cosas es el camino no sólo de conectar los objetos, pero también incrustar inteligencia en esos objetos.

Esa inteligencia es persistente y pronto será ubicua. Rápidamente las preguntas se formulan: ¿Cuánta inteligencia? Y ¿cuánta capacidad de decisión, o control, le podemos incrustar a esos objetos?… Los daños físicos y humanos más probables cuando las cosas estén conectadas se levantarán en estas áreas: ¿La inteligencia de quién? ¿El control de quién? ¿Cómo, si es lo que necesitamos, lo evitamos o lo apagamos? ¿Cómo podemos monitorear estos monitores para asegurarnos que nadie tratará de hacernos daños usando el IoT como arma?”

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