10 de febrero de 2015
El humor como estrategia educativa
Por: Adriana Rodríguez S.
Pese a que el humor es asumido como inmadurez, una forma de malgastar el tiempo, como ausencia de formalidad y eficacia, estudios realizados principalmente en España indican lo contrario. Es más, se ha argumentado que es una herramienta eficaz en el campo educativo que conduce a que los estudiantes aprendan más y mejor. ¿Cuál es la razón? El profesor español Jesús Fernández explica que son variadas y múltiples las funciones del humor en la educación. Y agrega que se puede “enseñar gozando, aprender riendo”, aplicando el humor como didáctica. Ha tenido tanta aceptación esta estrategia pedagógica, que se emplea en distintas universidades, en programas diversos, con óptimos resultados.
Potencia pedagógica
Se cree que quienes le sacan chiste a todo, los que asumen la vida sin mayor análisis y los que se burlan de sí mismos son inmaduros. Los estudios de (Garanto, J. 1983) indican que “por medio del sentido del humor la persona crece, se desarrolla y madura”, puesto que sé es capaz de darle a la vida o a los problemas la justa dimensión que merecen. Además, quien es capaz de mofarse de sí mismo, tiene una capacidad autocrítica más alta, si se compara con el fanfarrón o engreído que hacen alarde de su saber. Por tanto, para estos últimos, quienes practican el humor son derrochadores de tiempo, se distraen con mayor facilidad para alcanzar sus objetivos académicos y/o profesionales, que demandan de trabajo grupal. Sin embargo, para el doctor en pedagogía Jesús Damián Fernández “mediante la aplicación de las adecuadas dosis de humor se gana un tiempo aparentemente vacío, pero cargado de significado”. En adición, los estudios de (Napierr y Gershenfeld) señalan que el humor, aplicado dentro del equipo de trabajo, ayuda a distensionar los canales de comunicación; por ende, se reducen los niveles de defensa y temor entre los miembros, ayuda a enfrentar de manera asertiva los problemas personales y grupales.
Los investigadores José Luis Barrio de la Puente y Jesús Fernández Solís, de la Universidad Complutense de Madrid, explican que “el humor en la educación nos proporciona, a los docentes, nuevas perspectivas para analizar la realidad. Nos descubre divertidas maneras de enfocar nuestro trabajo. Nos invita a ser lúdicos e ingeniosos. Así mismo, el humor aplicado a los estudiantes genera motivación, cohesión grupal y un ambiente más distendido y alegre frente al aprendizaje”, (2010, pág. 366).
Las funciones del humor dentro del campo pedagógico son múltiples. Entre ellas se destacan las enumeradas por (Fernández y Francia, 1995) como la intelectual, que ayuda a desarrollar la memoria y los procesos cognitivos; la creativa, estimula el pensamiento lateral o divergente; la motivadora, en la cual el sentido del humor consigue despertar en los educandos curiosidad e interés en la asignatura; la de camaradería y amistad, pues se fomenta la unión y cooperación entre los miembros del grupo; la pedagógica, se enseña mejor y se aprende con mayor facilidad, como lo señalan los autores.
Con respecto a los procesos de enseñanza aprendizaje Barrio y Fernández, (2010) sostienen que el sentido del humor las enseña a hacer más humildes frente a la arrogancia, más próximas frente a la pasividad o el individualismo y menos vergonzosas. Aunado a ello, ayuda a derrumbar el mito negativo del ridículo, pues no hay mejor forma para vencer el temor en los procesos de comunicación, que cuando se reconoce que cualquiera se puede equivocar.
La caricatura como estrategia de aprendizaje
La caricatura es cada vez más empleada dentro del aula de clase, porque favorece el pensamiento crítico, los procesos de analógicos, captura la atención, estimula los diferentes tipos de inteligencia y le da un sentido diferente a la clase magistral. Es empleada en los campos políticos, económicos, matemáticos, en la mercadotecnia…
Una investigación realizada por la Universidad Tecnológica de Pereira, preguntó a un grupo de docentes y estudiantes si la caricatura y el humor facilitaba la apropiación del conocimiento enseñado y los resultados fueron bastante halagüeños. Tanto los unos como los otros coincidieron en decir que con esta didáctica era más fácil entender los conceptos vistos, tiene mayor efecto de recordación, la caricatura permite aterrizar nociones que generalmente se hacen más complicadas cuando se explican de forma magistral, permite mayor interacción en el grupo, puesto que hay variados puntos de vista.
Desde esta perspectiva, entonces, valdría la pena recordar las palabras del profesor Jesús Fernández, “El sentido del humor aplicado como elemento didáctico motiva a los educandos para el aprendizaje. Los predispone en una inmejorable actitud positiva. Favorece la empatía del educador. Potencia la simpatía entre educador/educando. Ejercita creativas destrezas y habilidades docentes” (2002, Pág. 85).
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