10 de marzo de 2020
Desarrollo y sostenibilidad ambiental: La falsa dicotomía
Por: Sebastián Sanabria
Colombia es una tierra de opuestos: el clima, los biomas y el mismo relieve nos invita pensar en el país como un espacio privilegiado, lleno de diversidad cosa que gobiernos y campañas de marketing han capitalizado como una oferta turística o una cuestión que debería enorgullecer y construir cohesión nacional. Nadie olvida el bien logrado slogan “Colombia es pasión”, el primer intento por generar la denominada “marca país”. Pocos años después, se lanzaría el “Colombia, realismo mágico”, haciendo apología al estilo de Gabriel García Márquez, y su inusual manera de mezclar historias cotidianas y rutinarias y sucesos fantasiosos e increíbles (un opuesto en sí mismo), algo muy parecido a lo que sucede hoy en día en Colombia, pero no de la mejor ni más romántica manera.
Los opuestos no solo se quedan en la geografía, sino también en la vida política del país. Desde tiempos de realistas e independentistas, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, guerrilleros y paramilitares hasta la actualidad de uribistas y petristas; la confrontación entre sectores ha sido el pan de cada día en el país y, desgraciadamente, las diferencias no se quedan en el papel o el debate, sino que llegan a las armas, la violencia y la guerra. La dinámica de conflicto ha dado para perpetuar la lógica de una falacia de dicotomía. La falacia de dicotomía o de falso dilema se basa en poner al sujeto en una suerte de decisión, donde solo hay dos opciones más o menos opuestas sin ningún tipo de punto medio o tercera vía, cuando en realidad si la hay. Las dicotomías van más allá de la historia y son la cotidianidad de la política nacional, encasillando la otredad en el opuesto, en el enemigo.
La situación en Colombia: dependencia y conflicto
El crecimiento económico, como bien se sabe, es un fenómeno necesario para la mejora de las condiciones materiales de una sociedad moderna, de él dependen múltiples proyectos y acciones enfocadas en el desarrollo de la nación, sin embargo, no se salva de las lógicas de la dicotomía. Actualmente la principal fuente de recursos que recibe Colombia, a razón de sus exportaciones y movimientos comerciales, se encuentra en el sector minero energético. El petróleo, gas, ferroníquel, carbón y muchos otros metales y piedras son el sustento del Estado colombiano y, del mismo modo, financian el precario bienestar que este le puede dar a los sectores mas vulnerables de la población.
Empero, para nadie es un secreto que la minería genera daños y efectos colaterales en el medio ambiente, daños difícilmente mitigables después de finalizada la extracción. Comunidades indígenas y la ciudadanía en general se han manifestado a razón de la contaminación de acuíferos indispensables para el surtimiento de agua, la tala y destrucciones de bosques y montañas bajo el pretexto de multinacionales que pagaran dinero por la extracción de recursos además de generar trabajo y bienestar. Y ahí mismo es donde la falacia de la dicotomía se presenta: protección del medio ambiente y extracción de recursos por minería, como si estas fueran mutuamente excluyentes, cosa que no es cierta.
A diferencia de como piensan las partes: “explotar hasta que se acabe” o “dejar la minería”, la cuestión no es dicotómica pues ambas son necesarias para el país. La minería es ahora mismo la actividad más rentable del país y gracias al cambio del esquema de regalías del 2013 ahora todos los colombianos, y no solo los municipios productores, pueden hacer usufructo de la explotación de subsuelo. Ese dinero se prioriza para satisfacer demandas básicas de acueducto y alcantarillado, salud y educación. Por su parte, los ecosistemas endémicos mantienen y sustentan las dinámicas propias del medio ambiente mitigando, de paso, riesgos relacionados con el cambio climático. A su vez fenómenos de erosión, contaminación del aire, regulan y protegen sistemas propios del ecosistema como las aguas subterráneas o el clima, sin contar con el apego cultural que puede tener la comunidad con determinados aspectos de su entorno.
Desmintiendo la falacia
Entonces, la minería y la preservación del medio ambiente pueden subsistir al tiempo. La clave del desarrollo esta en llegar a un equilibrio para mantener y proteger los entornos naturales sin empobrecer y ralentizar el avance social. La minería hecha de manera responsable con protocolos de mitigación del riesgo al medio ambiente y concertada con la comunidad es el ideal. El Estado entonces tiene el papel de hacer mas estricta la normatividad ambiental, ser mas abierto con las comunidades y propiciar un consenso basado en información y no en sesgos y, sobre todo, hacer efectivo el sacrificio ambiental a cambio del tan anhelado desarrollo. Del mismo modo se debe proteger a capa y espada las zonas geográficas inexplotables como los parques naturales, y, además, perseguir y frenar la explotación minera ilegal.
La minería y el desarrollo integral, aunque se pintan como opuestas, no son una dicotomía. Hay más bien una relación de causalidad entre ambas, incluso una relación de dependencia en el caso de Colombia. Si bien, ninguna dependencia es positiva, al corto y mediano plazo el gobierno debe apostar por la sostenibilidad y, sin ninguna duda, comenzar a avizorar un futuro done las ganancias y beneficios no supongan un costo tan grande. Reconstruir el imaginario colectivo y actuar de manera asertiva con relación a la minería y el medio ambiente supondría un paso mas adelante en camino al desarrollo.