3 de agosto de 2018
El biocomercio, una nueva apuesta en el posconflicto
Por: Paula Alejandra Carranza
El conflicto armado en Colombia ha desempeñado un papel tanto negativo como positivo frente a la conservación del medio ambiente y de los recursos naturales, degradándolos en ocasiones y, en otras, paradójicamente, protegiéndolos. Ahora bien, en el marco del posconflicto, con la implementación de los acuerdos de paz suscritos en La Habana, la estrategia de biocomercio se constituye en una apuesta relevante, sin desconocer los desafíos propios de la reforma rural integral en los territorios.
Los mercados bajo la lógica verde, el biocomercio
El biocomercio, mejor conocido como mercados verdes, se ha constituido en la apuesta más ambiciosa durante la última década, por parte del gobierno colombiano, frente al cuidado del medio ambiente, desde una perspectiva sostenible, y económicamente rentable a la vez. El biocomercio se compone de mercados donde se transan productos y servicios menos nocivos con el medio ambiente o derivados del aprovechamiento sostenible de los recursos naturales. Así, el énfasis del mismo es el aprovechamiento de bienes y servicios que promueven el uso sostenible y la conservación de los recursos naturales (Banco de la República, 2015).
El medio ambiente no ha pasado desapercibido por ningún gobierno durante los últimos 15 años en Colombia y, en este contexto, se estructuran las iniciativas de los mercados verdes, encaminados al desarrollo de negocios basados en la biodiversidad nativa, cuyo objetivo es la conservación del medio ambiente y la generación de riqueza. Por lo tanto, ya para 1998, Colombia da sus primeros pasos en esta dirección a través de un primer programa nacional de biocomercio en América Latina y el mundo, bajo la dirección del Instituto Alexander von Humboldt, y el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, junto con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2014).
Para el 2002 se crea el Plan Estratégico Nacional de Mercados Verdes, con el objetivo de tener acceso a nuevos mercados, con productos netamente colombianos, vinculando cuatro ejes estratégicos, a saber, aprovechamientos sostenible, desarrollo limpio, ecopoductos industriales y ecoturismo[1]. Por esta razón, luego de generar distintos planes estratégicos, entre 2002 y 2010, se estructura una hoja de ruta consolidada que integra diversos mecanismos de acción, desde la biodiversidad nativa hasta la política nacional de producción, incluyéndolos en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2010-2014, Prosperidad para todos, donde se establece, como uno de los ejes transversales, la sostenibilidad ambiental, en los siguientes términos: “Necesitamos una sociedad para la cual la sostenibilidad ambiental sea una prioridad y una práctica como elemento esencial del bienestar y como principio de equidad con las futuras generaciones”, destacándose aspectos instrumentales, relevantes para avanzar hacia un desarrollo sostenible y la conservación del capital natural (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2014).
El posconflicto, una oportunidad para el biocomercio
En el marco de la implementación de lo acordado en La Habana, Cuba, entre el gobierno Santos Calderón (2010-2014 y 2014-2018) y la antigua guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), el panorama de conservación medio ambiental y desarrollo sostenible reviste un gran potencial en el escenario de posconflicto a nivel de los territorios colombianos.
Por su parte, el conflicto armado ha tenido un papel tanto negativo como positivo frente a la conservación del ambiente y de los recursos naturales. Los aspectos negativos se evidencian en el daño a los recursos naturales por medio de minería ilegal, tala de bosques primarios, cultivos ilícitos, y casos más específicos, como la afectación de zonas ubicadas a la altura de páramo, por ejemplo, en Sumapaz. Con todo, paradójicamente, la existencia de estructuras armadas consolidadas en algunos territorios contribuyó, en alguna medida, a preservar la estabilidad ambiental de algunos escenarios biológicamente ricos y exuberantes. De esta manera, el desarrollo destructivo y sin control no encendió motores en muchas regiones (El Tiempo, 2015).
Con la llegada de una nueva alternativa de paz, en el marco de la reforma rural integral, primer punto acordado entre las partes en La Habana, es necesario trabajar para que el desarrollo a nivel territorial sea equilibrado, consiente de la importancia del cuidado del ambiente, así como del uso sostenible y productivo de gran parte del mismo alrededor del país. En tal contexto, la estrategia de biocomercio toma relevancia. Efectivamente, un análisis de las Naciones Unidas muestra que 41 de los 47 municipios con prioridad alta en el posacuerdo, tienen alguna figura de protección, bien sea Parque Nacional Natural (PNN) y/o reserva forestal, a su vez que 17 municipios tienen más del 50% de su área bajo alguna de las anteriores. De 78 municipios con prioridad media alta, 59 tienen alguna figura de protección y 26 tienen más del 50% de su área bajo una u otra. Ocho municipios de los 125 priorizados tienen el 100% de su área bajo alguna de estas figuras (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2014).
En otras palabras, muchas áreas se encuentran protegidas legalmente, no se puede hacer ningún tipo de explotación o actividad económica productiva, mas son biológicamente aptas en cuanto a desarrollo productivo sostenible. Con todo, debido al mismo sistema de distribución de tierras, es casi imposible utilizar estos territorios para dichas actividades.
Afianzar la paz bajo lógicas verdes
Cabe preguntarse, ¿cómo pueden contribuir estos negocios verdes, puntualmente el biocomercio, a la articulación de los planes propuestos en la mesa de negociación de La Habana, en el escenario de posconflicto? La iniciativa basada en mercados verdes y biocomercio apoyaría el sistema de distribución integral de tierras para el posconflicto, ayudando a la recuperación de los suelos y a la conservación de los mismos, gracias a las estrategias de cadena de valor y el uso de aquellos recursos no benignos para el ambiente.
En un principio se intentaría recuperar la tierra, dándole un uso adecuado a la misma. Es indispensable que estos procesos sean concertados entre los gobiernos, los sectores productivos y las comunidades, y que se reconozcan, en los mismos, tanto los factores ambientales necesarios para un desarrollo sostenible en el largo plazo, como la vocación del uso de sus suelos y el potencial productivo de su población. Lo anterior, incluye enmarcar lo rural más allá de lo agropecuario y desarrollar modelos locales de aprovechamiento sostenible de la biodiversidad (El Tiempo, 2015).
Así mismo, el fortalecimientos de las instituciones es fundamental para el funcionamiento de estos mercados verdes y todas las cadenas productivas que se puedan implementar en el mediano y largo plazo. Afianzar tal sector en la economía implica que se entienda la biodiversidad como patrimonio, en conjunto con políticas de innovación aguerridas, mayor ejercicio de la autoridad ambiental y el fomento de instrumentos ya reconocidos, como las certificaciones, las denominaciones de origen y las evaluaciones empíricas de sostenibilidad (Bapstiste, 2014).
De esta manera, una nueva línea de trabajo del sector productivo ambiental sostenible puede ser la base del desarrollo y distribución eficaz de la tierra en Colombia, creando cadenas de valor que permitan asociarse con diversas organizaciones del sector privado, con el objetivo de transformar el aparato productivo nacional con alternativas ambientalistas y sostenibles. A su vez, el uso de mercados verdes y biocomercio le dará la posibilidad al país de reorganizar y trasformar el aparato jurídico que limita la implementación de estas estrategias en territorios protegidos, productivos y sostenibles en el tiempo, circunstancia que ampliaría mucho más el espectro de éxito de un escenario de posconflicto en un mediano y largo plazo.
[1] El ecoturismo es aquella forma de turismo especializado y dirigido que se desarrolla en áreas con un atractivo natural especial y se enmarca dentro de los parámetros del desarrollo humano sostenible. El ecoturismo busca la recreación, el esparcimiento y la educación del visitante a través de la observación, el estudio de los valores naturales y de los aspectos culturales relacionados con ellos (Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2014).
Recomendados El Libre Pensador:
Baena, M.P. – Biocomercio, una salida en el posconflicto
Baptiste, B. – Biocomercio Colombia
Banco de la República – Mercados verdes
El Tiempo – ¿Qué le espera al medio ambiente en el escenario del posconflicto?
Minsiterio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible – Biocomercio
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD] – Construcción de una paz territorial estable, duradera y sostenible en Colombia. Insumos para la discusión.