Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

21 de septiembre de 2015

Vulnerabilidad de las mujeres en Bogotá frente a la inserción laboral: un largo camino por recorrer

Por: Nolwenn Jaumouillé

No es secreto para nadie, la situación de la mujer en Bogotá, y aún más en el resto de Colombia, es terrible. Además de que persisten los problemas de violencia física y psicológica, las mujeres deben enfrentar una precaria situación laboral, frecuentemente asociada a su rol como cabeza de familia. Hoy en día la inequidad salarial de las mujeres colombianas respecto a los hombres es del 20%, y de las mujeres ocupadas, el 60% trabaja de manera informal, lo que representa, según el Secretaria General de las Naciones Unidas en Colombia, un “10 puntos por arriba del promedio de América Latina”.

La feminización de la pobreza

Resolver el problema, implica trabajar en una serie de aspectos culturales, sociales, económicos y políticos. La complejidad es tal, que la aproximación política a la equidad de género es relativamente reciente en el país. Según Claudia Mendieta coordinadora de territorializacion de un proyecto de salud dirigido a mujeres en situación de vulnerabilidad en el Hospital de Suba, ello tiene raíces en dos grandes temas: los vínculos todavía fuertes entre Iglesia y Estado en Colombia, y una cultura excesivamente patriarcal, variables que en no pocas oportunidades complejizan el desarrollo de ciertos derechos reproductivos y sexuales mientras se perpetúa la concepción machista del rol de la mujer en la sociedad (que incluye, por ejemplo, dificultades de acceso a una carrera profesional que paradójicamente necesitan cada vez más para mantener a sus hijos).

Existe además, un fenómeno de “feminización de la pobreza”, en otras palabras, las mujeres enfrentan condiciones económicas más difíciles que los hombres, situación que se ve acentuada por la persistencia de los embarazos adolecentes. En Bogotá, el 50% de las madres son cabeza de familia, y muchas mujeres quedan embarazadas siendo muy jóvenes; según el Secretaria General de las Naciones Unidas en Colombia, “1 de 5 adolescentes menores de 19 años ha estado embarazada, y para el 2012, hubo más de 6500 nacimientos de hijos de niñas entre 10 y 14 años, a pesar de que la legislación colombiana considera toda relación sexual con menores de 14 años, un delito sexual”. Según Claudia Mendieta, este fenómeno tiene raíces culturales “Acá no estamos acostumbrados a planificar. Quedo embarazada y después pienso.” También se debe a un desconocimiento de los métodos de planificación que aun en el siglo XXI son un tabú (especialmente en la clases económicas y sociales más vulnerables).

Las complejas situaciones familiares que enfrentan niñas y adolecentes en los sectores sociales más vulnerables, terminan por perpetuar el esquema de discriminación y pobreza. No pocas adolecentes prefieren casarse y quedar embarazadas para escapar de condiciones familiares de violencia y abuso. La situación se complica cuando deben afrontar la maternidad sin tener las herramientas económicas, sociales o psicológicas para hacerlo. En no pocas oportunidades, terminan siendo madres solteras y precarizando aún más su situación socioeconómica para poder mantener a sus hijos.

El sector público y privado se moviliza.

En 2003, el Estado asignó recursos específicamente dirigidos a las mujeres, no solo para sus hijos sino para ellas mismas, particularmente invirtiendo en su formación profesional. Gracias al Programa de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres implementado por el gobierno Santos, se han desarrollado iniciativas para que las mujeres tengan la posibilidad de formarse en ámbitos profesionales amplios y adecuados a sus deseos y necesidades. Ahora existe, en cada una de las 20 localidades de Bogotá, una Casa de Igualdad de Oportunidades, estrategia de la política pública de género que ofrece a su vez una orientación jurídica y psicológica, que permite a las mujeres víctimas de violencia conocer sus derechos y tener un acompañamiento para salir adelante.

De otra parte, las víctimas de violencia de género, pueden acceder a una ayuda financiera del SENA para echar a andar emprendimientos, y sus hojas de vida ingresan a una bolsa de empleo mediante la cual el gobierno sirve de puente entre las beneficiarias del proceso y las empresas nacionales.

La empresa privada también ha comenzado a concientizarse del problema y a hacerse parte de la solución. La firma Crepes & Waffles, por ejemplo, decidió que una buena parte de su nómina, sean madres solteras, además, afilian a sus empleadas a un plan de salud privado, les prestan electrodomésticos y les ayudan a conseguir una vivienda con conjuntos cerrados donde pueden quedarse los niños mientras ellas trabajan.

En los últimos años, el país viene tomando conciencia de la discriminación de género y aunque los esfuerzos son insuficientes, el debate público está abierto y la sociedad colombiana se moviliza.