Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

21 de octubre de 2014

Ruíz-Gallardón no lee a Magris

Por: Ricardo Montaño Sánchez

El entonces ministro de Justicia español Alberto Ruíz-Gallardón  salió con el siguiente apunte en la sede del Centro de Estudios Garrigues en Madrid este seis de septiembre: “Como todos los presentes saben muy bien, en estos momentos estamos en plena tramitación del proyecto de ley de reforma del Código Penal. Pues bien. Desde el Ministerio nos estamos planteando algo novedoso: tipificar como conducta delictiva el acto de dar una conferencia”. El apunte que el periodista que cubre el acontecimiento celebró como original, fue recibido por la audiencia con una sonora carcajada.

¿Ignorancia o estrategia institucional?

Eso pasa por no leer. O al menos no asesorase de alguien que si lo haga, la novedosa propuesta ya había sido  hecha por un literato menor llamado Guiseppe Garzolini hará cosa de ciento diez años. El dato lo proporciona Claudio Magris, el reciente ganador del premio  Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) en Lenguas Romances, “la cita literaria en español más grande del mundo”, en un hermoso ensayo publicado en el 2001 en la revista el malpensante en Colombia y recogido en su libro Utopía y Desencanto. El punto es que lanza su comentario en un ambiente plenamente académico, en el que es dado esperar una actitud más crítica al menos en cuanto a la originalidad de la propuesta del ministro.

Esa situación puede darse simplemente por ignorancia, eso no es grave, se puede solucionar, pero también puede ser una estrategia institucional, calculada fríamente y eso si es grave.

En el primer caso, se colocan en esa arriesgada condición tanto altos funcionarios como ciudadanos comunes y corrientes, al lanzarse sin más ni más, por el azaroso y resbaladizo sendero de la improvisación resultado según el mismo Magris de la “libido loquendi”, la imperiosa necesidad de hablar, “adoctrinar, iluminar y persuadir a los demás” independientemente del tema que se esté tratando. Esa es una primera precisión que conviene tener en cuenta, se trata de una necesidad primaria, fundamental, antes de que el afectado pueda darse cuenta de lo que le pasa, puede encontrase disertando con propiedad acerca de la neofilología germánica, del ser en cuanto tal o del conflicto de Medio Oriente, sin tener ni idea del tema, está en realidad a merced de una fuerza superior a él mismo.

En el texto original de Garzolini,  citado por Magris, se lanza una hipótesis según la cual la necesidad de hablar en público, es una especie de ley natural y por tanto universal, que habría aparecido en los primeros instantes de la creación del mundo junto con los microrganismos. De esa “fuerza cósmica” se han valido en épocas más recientes entre otros los magos que están detrás de la Teoría General de la Desinformación, “si algo pasa, los periódicos no investigan lo que pasó, sino que publican declaraciones, opiniones y comentarios sobre lo sucedido, que termina por pasar a segundo plano o por desaparecer”

Peligro a la libertad de expresión

Sede del Partido Popular – Luis García (Zaqarbal) – Obra propia

Si se trata del segundo caso en cambio, no sería un simple resbalón que como dice el tango, “cualquiera da en la vida”, pues si se tratara de un ataque más de esa pulsión primaria o quizás de un simple intento de ser gracioso, vaya y venga, pero si luego uno se entera de que el señor ministro Ruíz-Gallardón, milita en el Partido Popular que “ha pedido la suspensión de la presentación del libro del diputado de Amaiur por Navarra en las Cortes, Sabino Cuadra, prevista para este miércoles en un aula de la Universidad de Jaén”, entonces si es grave y es para preocuparse, porque se trataría del mismo señor Cuadra había aparecido antes  en la primera página del Financial Times en septiembre de 2012, cuando era agredido por un policía durante una protesta, es decir que ayudaría a entender lo que realmente intentaba decir Ruíz-Gallardón tipificar como delito el acto de dictar una conferencia con cuyo tema no estemos de acuerdo.

La razón del veto, justo es decirlo, es la acusación de que el diputado fue militante del brazo político de ETA, pero en este caso se trataba de la presentación de un libro en una universidad. En El libro  titulado “Arrojado a los leones” que Cuadra iba a presentar, trata entre otros temas de “los privilegios, las intrigas cortesanas y, en definitiva, las miserias de las altas esferas de la política institucional”. En cualquier caso se trata  de ver si a este señor dentro del marco de la legalidad, le asiste o no el derecho de hablar sobre el tema que le importa y por el que ha luchado muchos años, si independientemente de las formas de lucha que haya empleado antes ha llegado el día de exponerlas respetuosamente en un ambiente ideal como un auditorio universitario.

Todo esto pasa como decía porque quizás un ministro tiene tantas cosas por atender que no tiene tiempo para leer, ni quien lo haga por él.