Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

5 de septiembre de 2015

México y Argentina en el escollo partidista (parte 1)

Por: Johana Hoyos Restrepo

Resulta necesario analizar el comportamiento de los sistemas de partidos en América Latina, para poder entender la dinámica que tienen estos sobre la política doméstica de cada país. En este artículo se realizará un análisis comparado de los sistemas de partidos en México y Argentina. Escogimos estos dos casos, porque pretendemos verificar la hipótesis según la cual los sistemas de partidos son diferentes en estos dos países, a pesar de compartir el mismo sistema político federal.

Los partidos políticos son considerados una herramienta fundamental a la hora de analizar la democracia, puesto que estos intervienen en la competencia electoral, ayudan a la conformación del gobierno y reclutan personal político. Por otra parte, los sistemas de partidos institucionalizados, comprenden ciertas características en su estructura, ya sea por la cantidad de partidos existentes, las diversas ideologías, las estrategias electorales, entre otras. Según Giovanni Sartori, debemos entender un sistema político como el sistema de interacciones que resulta de la competencia entre partidos[1]. De lo anterior surge la siguiente pregunta, ¿Son los sistemas partidistas de México y Argentina sistemas partidistas institucionalizados? Con el fin de dar respuesta a este interrogante,  se expondrá de manera sucinta cual ha sido la evolución del sistema partidario en ambos casos, y posteriormente se analizará la polarización ideológica como variable para la medición de la institucionalización de los partidos.

La evolución de los sistemas de partidos en México y Argentina

La presencia o la ausencia de competencia electoral en un sistema de partidos, define la principal interacción entre un conjunto de partidos políticos. Según Sartori, existen sistemas de partidos que son competitivos y no competitivos: los primeros, tienen más de un partido con la posibilidad de ganar la elección. Los sistemas de partidos competitivos son propios de los regímenes democráticos, al garantizar la competencia por el poder entre los distintos actores políticos. Por su parte, los no competitivos son aquellos donde existe un partido único o hegemónico, con muy pocas posibilidades de perder las elecciones, lo que genera e impide que no haya una posibilidad real para que algún otro partido acceda al poder [2].

En el caso de México, se puede ver que antes del año 2000 y de la reforma de 1996, el país se identificaba por poseer un sistema de partidos no competitivo, con un partido hegemónico: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El sistema de partidos mexicano, a pesar de hegemónico, se caracterizaba por la existencia de otros partidos pero de un modo pasivo, puesto que no tenían la oportunidad de derrocar al PRI. El caso de Argentina es diferente al de México, ya que se estableció un sistema de partidos dominante, en el cual el Partido Peronista (luego llamado Partido Justicialista) se caracterizó por tener un mandato de larga permanencia en el poder; pero siempre existiendo una posibilidad de perder en las elecciones.

En la actualidad, México posee un sistema de partidos con pluralismo moderado con tres partidos dominantes: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN)  y el Partido de la Revolución Democrática (PRD),  donde uno gobierna (el PRI) y dos son oposición (el PAN y el PRD). Entre ellos se comparten la mayoría de los escaños en el ámbito electoral. En el caso Argentino, se mantiene el sistema de partido dominante puesto que en las últimas elecciones el Partido Justicialista ha ganado la Presidencia de la República, además de contar con las mayorías de los senadores, diputados y gobernaciones en las diferentes instituciones públicas. Esto en particular, gracias al “Frente para la Victoria”, que es una coalición electoral donde se encuentran el Partido Justicialista, el Frente Grande, el Partido de la Victoria, la Confederación Socialista Argentina y el Partido Humanista, entre otros.

La polarización ideológica

La polarización ideológica se determina mediante una medición cuantitativa que muestra la distancia entre las fuerzas ideológicas que posee un país. En este sentido, se toma en cuenta la cantidad de votos o escaños obtenidos por cada partido en relación a la ideología que representan para medir si la mayoría de partidos representan la izquierda, la derecha o el centro. Mientras más distribuidos estén los partidos políticos en las diferentes ideologías, mayor será el grado de polaridad ideológica, es decir, si el partido A representa la izquierda y el partido B representa la derecha, la polarización ideológica será mayor; mientras que si el partido A y B representan la izquierda dicha polarización será menor. Para analizar los casos de México y Argentina, se tendrá en cuenta el análisis realizado por Mark Payne y Daniel Zovatto, quienes se basan en las encuestas del Latinobarómetro, en el cual “se pidió a los entrevistados definirse de acuerdo con una escala ideológica de 0 a 10, donde 0 representaba la extrema izquierda y 10 la extrema derecha. Una forma de evaluar el grado de polarización en las actitudes del público es estimar la desviación estándar”[3].

Latinobarometro

Banco Interamericano de Desarrollo. (2006). La Democracia Importa: Democracia y desarrollo en América Latina, pp. 241.

En la  gráfica podemos observar que el grado de polarización ideológica en el caso de México es moderada por tener una variación de 11.1 % y la Argentina tiende a ser baja con una variación de 1.9 %.

México tiene una polarización ideológica moderada: no se encuentra enfocado sobre una determinada ideología y no mantiene una distribución izquierda, derecha y centro. Esto se explica porque los tres partidos más relevantes (por contar con la mayor representación en el Congreso de la Unión): el PRI, el PAN y el  PRD tienen tendencia a inclinarse hacia las ideologías de centro, centro-derecha e izquierda respectivamente. Lo anterior da muestra de una polarización ideológica moderada. El resultado es una serie de problemáticas para la gobernabilidad del país, puesto que los partidos representan diferentes ideologías – lo que genera problemas para crear coaliciones – ya que es posible que se presenten dificultades para conciliar y llegar a acuerdos que permitan impulsar reformas o leyes, con las que se comprometieron los candidatos durante la campaña electoral.

En Argentina, por su lado, la polarización ideológica es baja, lo que significa que los partidos o alianzas políticas tienden a inclinarse hacia una determinada ideología. Por ejemplo, en las últimas elecciones legislativas participaron cuatro alianzas electorales: el Frente para la Victoria, el Frente Progresista, Cívico y Social, el Frente Renovador y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores; cuyas ideologías respectivas son de centro-izquierda para los dos primeros, centro-derecha e izquierda respectivamente. De lo anterior, se puede argumentar que el sistema político argentino denota una ideología general de centro-izquierda, por ello existe una baja polarización ideológica; lo que genera que se pueda presentar una buena gobernabilidad, dado que no hay una marcada fragmentación ideológica y es más sencillo la conformación de coaliciones. Las coaliciones a su vez generan estabilidad institucional y certidumbre en el electorado, porque se pueden predecir – en cierto grado – las “jugadas políticas” de los actores en competencia por el poder.

En conclusión, contar con un sistema político institucionalizado ayuda a mejorar y mantener la gobernabilidad, la estabilidad y la certidumbre en el país, ya que los partidos pueden apoyar a controlar y contener los conflictos de intereses, desviándolos hacía canales electorales y legislativos. También permite que los gobiernos pueden manejar conflictos agudos, sin que su propia autoridad se vea amenazada. En el caso de México, se percibió que al tener bastante polarización ideológica, se puede dificultar la formación de coaliciones y aumentar los costos de conllevar negociaciones políticas, lo que puede afectar igualmente la institucionalización del poder. En el caso de Argentina, el tener un sistema de partidos con poca polarización ideológica, le ayuda a mantener una buena gobernabilidad, si ésta se relaciona con la posible facilidad de consolidar coaliciones fuertes que reduzcan el riesgo de las negociaciones políticas.

[1] Sartori, Giovanni. (2000). Partidos y sistemas de partidos. Madrid: Alianza.
[2] Sartori, Giovanni. (2000). Partidos y sistemas de partidos. Madrid: Alianza
[3] Banco Interamericano de Desarrollo. (2006). La Democracia Importa: Democracia y desarrollo en América Latina, pp. 241.

 

Referencias El Libre Pensador

El Libre Pensador – ABC de la politica argentina parte 1/3

El Libre Pensador – ABC de la politica argentina parte 2/3

Electoral, C. d. (n.d.). Sistemas electorales y de partidos.

Electoral, C. N. (n.d.). Cámara Nacional Electoral Argentina.

Electoral, I. N. (n.d.). Instituto Nacional Electoral México.

Mainwaring, S. (n.d.). La intitucionalización del sistema partidista en América Latina.

Manuel Alcántara, E. d. (n.d.). La naturaleza de los sistemas de partidos políticos y su configuración en el marco de los sistemas democraticos en América Latina.