Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

21 de julio de 2015

Colombia: dispuesta a dar la vida por la patria

Por: Laura Tatiana Vargas

La mayoría de los jóvenes que están a punto de salir del colegio comienzan a  involucrarse en el camino universitario, buscando una carrera, una universidad o simplemente deciden darse un año sabático y se van a otro país para aprender un idioma o para conocer una cultura  que el mundo les brinda. Valeria  Vizcaíno, hace la diferencia como algunos jóvenes colombianos;  ella es una joven de Cundinamarca de 16 años que decidió apostarle su futuro profesional a hacer parte de la Fuerza Aérea Colombiana, ingresando a la escuela Militar Marco Fidel Suárez en la ciudad de Cali.

Algunas personas de su entorno pensaron que fue una decisión muy apresurada,  arriesgada, y comprometedora ya que Valeria es muy joven y muchos –desde adentro de la academia y desde afuera, entre sus conocidos y familiares- cuestionan su estadía en la escuela por el simple hecho de ser mujer, ya que es una carrera que exige un alto rendimiento físico y una entrega mental de muchísima exigencia.

Entrar en la Fuerza

Cuando un joven opta por la milicia, a menudo se cree que estuvo marcado por experiencias familiares. Pero la verdad ese no es el caso de Valeria, quien nunca estuvo cercada por lo militar. Todo lo contrario, estuvo  más rodeada de maquillaje y moda, en eventos de belleza ya que su madre que fue candidata en reinados nacionales de belleza en los 90.  Siempre le gustó este mundo, y  todo lo relacionado con reinado y glamour, por el lado de su madre; por el lado paterno, su vida está más relacionada con los negocios.

Sin embargo, a pesar de los desacuerdos iniciales, fue una decisión difícil de aceptar por parte de sus familiares y que ha sido respetada, ya que para Valeria  involucrarse en el campo militar es lo que siempre ha soñado y a pesar de los cuestionamientos y el asombro, para ella ha sido su mejor decisión.

A nivel personal también tuvo que aportar su cuota de sacrificio, dejar a un lado ciertas  libertades que son normales en un adolescente, como salir a la hora que quiera, comunicarse con sus familiares o amigos, ponerse la ropa que quiera, salir a fiestas con sus amigos como cualquier niña recién graduada del colegio con ellos. Pero nadie tiene que recordarle que la vida militar que ella escogió tiene rutinas diferentes.

En su primer año dentro de la escuela tiene  restricciones de salidas, no le es permitido tener un celular durante el curso de aprendizaje; cada sábado tiene solo 20 minutos para comunicarse con sus seres queridos y los permisos de salida son cada 3 meses –siempre y cuando  su conducta haya sido la adecuada-; sabe que la escuela se convierte en su nueva casa y sus compañeros y superiores, en su nueva familia.

La formación profesional

No son solos los retos de dejar de hacer actividades que para ella son de gran interés, también es el reto de comenzar su vida profesional muy lejos de sus seres queridos, de formarse bajo  un régimen disciplinario, rígido y de gran compromiso, además de estar en un   lugar que para ella es desconocido, ya que ella viene de un municipio muy cerca a la ciada de Bogotá. Para Valeria asumir estos tipos de retos la llenan de valentía y  la hacen reflexionar  sobre todas las cosas que tiene a su alrededor.

Aunque su camino por el campo militar ha sido corto, ya que ingresó este año a ser parte de la escuela, ha tenido anécdotas dentro de su formación, como ser llamada “Farolito”  por sus compañeros, debido a que es la menor del grupo; después de una jornada física muy intensa, aplazar el sueño, para lustrar sus botas –oficio que nunca hizo en su casa- para no recibir una mala anotación, requisito que debe tener como prenda de llevar su uniforme con honor y con respeto. Cuenta que hasta semana santa se enteró que Colombia había ganado Miss Universo, porque no hay ni tiempo, ni ganas ni espacios para ver televisión.

Además de las clases académicas regulares, ha debido tomar clases más involucradas con lo militar como instrucciones de cómo tomar el fusil, aprender  a disparar, y en general a manejar varios tipos de armas,  todo un aprendizaje y totalmente nuevo, ya que nunca ha vivido en un entorno ligado a las armas.

A esto se le suma un gran desgaste físico, que debe combinarse con jornadas de resistencia porque por ejemplo, quedarse dormida en guardia puede ser una   falta grave que sus superiores no perdonan, porque se pone en riesgo la vida del grupo al cual se está protegiendo, falta que la llevaría a la expulsión o una sanción que le constaría mantener su cupo dentro de la escuela, ya que algún mal comportamiento fuera de lo requerido, será inevitable la expulsión de la escuela. El clima permanente de su educación es de máximo compromiso y al mismo tiempo, una tensión permanente.

Valeria ha tenido que aprender que un miembro de la escuela debe cumplir eficientemente en el ámbito académico, disciplinario y militar, partiendo de que si se falla en alguno de los tres campos que se debe cumplir será una razón para ser expulsado y es en eso en lo que ella enfrenta, para ser un miembro con las capacidades aptas para proteger y servirle al país. Y de paso, cumplir con sus sueños y con lo que se comprometió ante su familia y su patria.

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