Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

7 de abril de 2016

Del colegio a la Universidad, cambio de vida, ¡LITERAL!

Por: Yulitza Perdomo

Pasar del colegio a la universidad es un cambio radical en todos los sentidos. Soy estudiante de primer semestre y personalmente este paso le dio la vuelta a mi vida. La mayoría pensamos que es una senda de suma importancia para nuestra formación a futuro o como dice la sociedad: para ser “alguien” en la vida. Esto lo considero falso porque desde el momento en que nacemos ya somos ese “alguien”.Lo importante aquí, es tener el entusiasmo necesario para darle comienzo a este nuevo camino.

Para mí fue una transformación llena de temores, pero nunca me faltaron las ganas de  iniciarlo. Ahora orgullosamente hago parte de esta magnífica Universidad: Externado de Colombia y “Soy FIGRI”.

Desde el momento en que  llegó el día de trasladarme del Departamento del Huila a la Ciudad de Bogotá todo me resultó más difícil, puesto que emprendería una nueva etapa de mi vida sin mi familia. El vacío que me invadió en el momento de alejarme de ellos, no hallo cómo describirlo, —la niña consentida de la casa ya no estaba para que la consintieran, pero sabía que era por mi bien. Un día les agradeceré y recompensaré todo lo que han hecho por mí, mis padres—.

Cuando inicié las clases empecé a conocer la metodología de la universidad, la catalogué con un nivel de exigencia altísimo, lo miraba reflejado en sus profesores, los cuales he determinado como excelentes personas y para completar, mi horario resultó una maravilla, las cartas están jugando a mi favor, bueno si no tomo en cuenta la cantidad de lecturas y trabajos que he tenido que hacer y todo eso empezando semestre, no quiero imaginarme finalizando, Ay Dios, qué dolor! Pero bueno, todo eso hace parte de mi formación, espero no llegar a decir: “Esto no es para mí” o tal vez les vuelva a escribir diciéndoles: “¡lo logré!”

Por una parte, acostumbrarme a la ciudad fue un poco difícil, el tráfico y las personas fueron los dos aspectos más complicados, ya que no estaba familiarizada en primer lugar,  con una aglomeración tanto de vehículos como de población en una metrópolis tan grande.  Y en segundo lugar, la personalidad de los rolos, muy distinta… Me he encontrado con personas muy agradables; sin embargo, me he llevado disgustos con otras. Además, hacer nuevos amigos no es un asunto fácil; no obstante, me he encontrado con seres virtuosos.

Por otro lado, la alimentación al principio fue un problema porque no iba a vivir con alguien que estuviera pendiente de mí, en realidad vivo sola y para el colmo de los infortunios no sabía cocinar, pero he ido aprendiendo —me ha tocado—. Y se imaginarán el inconveniente con el cambio de clima, diecisiete años acostumbrada a temperaturas altas (32°C-42°C) y de un día para otro, estar a 6°C-22°C es una gran diferencia.

Confieso que el vacío con el que inicie sigue latente; sin embargo, las bendiciones han sido gratificantes, por lo cual a pesar de la distancia junto a mi familia he logrado sentir felicidad y motivación para asistir de lunes a sábados a clases y no lo digo irónicamente. Tengo la fe puesta en Dios y la confianza en mí, así como en todos los integrantes de esta universidad, que lograremos triunfar en esta etapa.

Y como dicen los profesores: ¡Métanle la ficha!