Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

12 de julio de 2015

Cultura disímil, empatía a flor de piel (Segunda parte)

Por: Lucía Uribe y Nicolás García

Si bien Brasil y Colombia comparten frontera, había gran resistencia de los primeros para pensar en crear una vida, un derrotero, un destino en tierras colombianas. Los motivos son conocidos por todos, pero se resumen en uno solo: violencia. Con el paso de los años, este imaginario ha ido cambiando, ayudado, además, por lo que se conoce como marca país y por las experiencias de toda índole  que un grupo de brasileros han vivido en este suelo tricolor. A diferencia de lo que muchos puedan pensar, los hijos de la samba, del fútbol bonito llegaron a Colombia para quedarse.

Integración cultural: la clave

Pese a la cercanía geográfica, existe una baja interacción cultural entre los dos países y un histórico aislamiento. Más allá de la samba, el fútbol y el carnaval, los colombianos no conocen la cultura brasileña y viceversa. Es por eso, que durante los últimos dos periodos presidenciales, el tema integración con América Latina poco a poco se ha empezado a convertir en una prioridad. El tema de integración siempre ha sido un objetivo clave para los dos Estados, temas como el diagnóstico de salud de la zona de frontera, el tema de educación intercultural, combatir la minería ilegal, recuperación ambiental, preservación de lenguas de grupos indígenas, entre otros, son los temas bandera que se empiezan a promulgar en los gobiernos locales.

Teniendo en cuenta la coyuntura anterior, la Cátedra de Brasil es una clara medida que busca ampliar los espacios académicos, investigativos y de discusión sobre problemas en común entre Colombia y Brasil, y de esta menara convertirse en una base para la formulación de políticas públicas entre las dos naciones para entender el país y poder actuar en conjunto. Dicha cátedra fue un logro del Centro de Estudios Sociales de la Universidad nacional de Colombia, La Embajada de Brasil en Colombia, el Instituto Cultural Brasil Colombia –IBRACO. y la Cancillería colombiana.

Frente a el relacionamiento entre los nacionales de ambos países es posible afirmar que es cercana gracias a que aunque existen varias diferencias en la cultura, siendo la más evidente el idioma, son más las similitudes que se pueden encontrar y es por eso que muchos de los brasileros que han llegado a Colombia y han decidido quedarse y formar una nueva vida en Bogotá se sienten muy a gusto y han logrado integrarse de la mejor forma. Tanto así, que sienten un gran cariño por el país que los acogió, su cultura y su gente.

Este es el caso de Doris Aquino, Telma Alvares, Eleonora Sousa, Jurazi y Renato Minuzzo: cinco brasileros de diferentes regiones que llegaron a Colombia por distintas razones, pero decidieron quedarse gracias al amor; el amor al trabajo, el amor al ambiente que se experimenta, el amor a la historia y la cultura y, claro está, el amor a un colombiano en particular. Todos comparten el hecho de que no consideraban a Colombia como una opción para radicarse, por el contrario, tenían dentro de sus planes vivir en países europeos en caso de que no fuera Brasil el lugar de su residencia. Sin embargo el destino les tenía algo preparado y eso era Colombia.

Doris Aquino nació en la ciudad de Campo Grande, ubicada en el Estado de Mato Grosso do Sul, al interior del territorio brasileño, y llegó a Colombia hace siete años a causa de un colombiano que conoció en Francia y con quien se casó. Actualmente, trabaja en la Universidad Externado de Colombia como profesora de Historia del Brasil, Cultura del Brasil y Portugués.

Telma Alvares, por su parte, nació en la ciudad de Recife, capital del Estado de Pernambuco, ubicada en la costa del noreste brasileño y, como es el caso de Doris, llegó a Colombia gracias al amor. Conoció a un colombiano en Francia con el que, después de varios viajes realizados a Colombia para ver si se podría llegar a adaptar, decidió casarse. Lleva 28 años en Colombia y es una enamorada del país gracias a la diversidad propia del mismo. Se desempeña como profesora de portugués en las Universidades Externado y Andes desde hace varios años y es recordada por sus estudiantes con mucho cariño.

La tercera brasileña, Eleonora Sousa, llegó por razones un poco distintas a las ya mencionadas. Ella fue convidada por un grupo de colombianos que estaba haciendo una excursión en jeep por los distintos países de Suramérica y en cada país al que llegaban hacían talleres de teatro de calle, pero también llevaban la música tradicional colombiana. Eso fue hace 25 años y hoy en día trabaja en la misión que le fue encomendada por la vida: enseñar parte de la cultura brasileña en Bogotá. Es por esto que se desempeña como profesora de Samba del IBRACO.

El caso de Jurazy es muy parecido al de Doris y Telma. Esta brasileña nació en la ciudad de Olinda ubicada en el Estado de Pernambuco. Llegó a Colombia porque se casó con un colombiano y afirma sentirse muy agradecida por todo lo que ha logrado conseguir acá gracias a las oportunidades que el país le ha brindado. Esto ocurrió hace 18 años y sostiene que de aquí no se va. En este momento trabaja como profesora de portugués del IBRACO.

Por su parte, Renato Minuzzo llegó a este país por razones muy distintas a las anteriormente mencionadas. Vino a Colombia porque cuando vivía en Brasil trabajaba para una multinacional brasilera y por decisión de la misma fue trasladado a Bogotá hace 17 años. Él nació en la ciudad de Porto Alegre en el Estado de Rio Grande do Sul, ubicado al sur de Brasil. Hoy en día permanece en Colombia porque se siente muy a gusto con las similitudes entre la cultura colombiana y la brasilera.

La situación en la que se encontraba el país cuando Telma, Eleonora, Jurazy, y Renato llegaron era bastante complicada. La imagen que el país tenía en el resto del mundo no era nada favorable. Las noticias que salían en todos los medios de comunicación, nacionales e internacionales, estaban siempre relacionadas con tragedias ocurridas en el país ocasionadas por la guerrilla, los carteles de narcotráfico o también por la misma naturaleza, como fue el caso de la avalancha de Armero, la crisis energética por la sequía de 1993, o el terremoto de Armenia. No obstante, cuando llegó Doris, en 2007, aunque la situación había cambiado, la percepción de inseguridad, guerra y narcotráfico continuaba.

Fue por esto que gran parte de los familiares y amigos de estos brasileros que decidieron tomar el riesgo de venir a vivir a este país les aconsejaban que no lo hicieran, por el contrario intentaron convencerlos de que se quedaran en Brasil, o en el caso de Doris y Telma, en Francia. Sin embargo, ninguno pensó que el país con el que comparten 1.645 kilómetros de frontera tuviera tanto que mostrar.

La cultura, la alegría, la historia, la geografía del país y la comida no fue lo que los atrajo, pero sí fue lo que hizo y hace que permanezcan. Ciudades como Cartagena, Medellín, San Andrés y la misma capital enamoraron a estos extranjeros que a través del tiempo se han convertido en embajadores de Colombia no solo en su país, sino en el resto del mundo.

Fue después de haber conocido las maravillas que ofrece y descubrir al país que nunca deja de sorprender, que convencieron a muchos de los que en un principio les dijeron que estaban locos, a que vinieran, sintieran y acreditaran todo lo bueno que hay en el país con todos y cada uno de los sentidos: que escucharan la gran variedad de aves con las que cuenta el país y los ritmos propios y tradicionales como el vallenato, la cumbia, el porro, el pasillo y el bambuco, entre muchos otros. Que  vieran la majestuosidad de los paisajes, desde playas, desiertos, y cañones, hasta nevados, páramos, cafetales y selvas que decoran las distintas regiones. Que  saborearan los distintos platos de cada zona como el ajiaco santafereño, la arepa en todas sus variedades, la bandeja paisa y el sancocho. Que olieran los distintos aromas del café colombiano y la gran diversidad de flores que existen, y, finalmente, que sintieran las diferentes texturas del arte fabricado.

Desde su perspectiva afirman que en Colombia se evidencian bastantes diferencias entre las mismas regiones. Es así como Telma y Eleonora cuentan que sienten mayor afinidad con los costeños, que con los rolos. Esto debido a que en Bogotá las personas tienden a ser un poco más secas y retraídas, mientras que en la Costa Atlántica son más extrovertidas y abiertas.

De igual forma, en la cultura brasilera las personas tienden a ser mucho más próximas y hay mayor integración y relacionamiento entre ellas, a pesar de no ser de la misma clase social. Esto se relaciona también con la informalidad que existe en Brasil, hecho en el cual se diferencia de Colombia.Esto se refiere a que el colombiano suele saludar siempre que llega a algún sitio con un “¡Buenos días!”, pide todo con un “¿por favor?”, agradece con un entusiasta “¡Gracias!” a cualquier cosa y se despide muy cordialmente con un “¡Hasta luego!”.

No obstante, a pesar de la formalidad característica del colombiano, la puntualidad no hace parte de la educación del mismo. Renato, como brasileño del sur, región con gran influencia europea, sostiene que de las pocas cosas que no le gustan de Colombia es la impuntualidad de la gente y la capacidad que tienen para disculparse por el retraso. Por su parte, Eleonora afirma que le entristece el hecho de que los bogotanos sean tan desconfiados, sin embargo, atribuye esto a que la ciudad es una gran metrópolis, pero además a la historia vivida en el país durante los años 80 y 90.

Otra de las diferencias encontradas por estos brasileños es la estratificación tan marcada que se ve en las ciudades. En el caso de Bogotá, las personas de mayores recursos habitan en el norte, es así como en esta zona de la ciudad se encuentran los mejores restaurantes, los mejores centros comerciales y las mejores residencias a las que, evidentemente los de menos recursos, que se encuentran en el sur, no tienen acceso. En Brasil, aunque sí existe la diferenciación, no es tan evidente, por el contrario, es posible encontrar un condominio muy elegante al lado de una favela. Este hecho podría tener gran relación con la sensación de seguridad percibida en ambos países. Doris, Telma, Eleonora, Jurazy y Renato sostienen que se sienten más seguros aquí que en Brasil, a pesar de que en Bogotá uno de los mayores problemas es la inseguridad.

Después de tantos años fuera de su país afirman que lo que más les hace falta es su familia, porque Bogotá y Colombia en general les han ofrecido todo lo que necesitan; desde oportunidades de trabajo, hasta ropa de las mejores marcas, y los alimentos propios para poder hacer los famosos platos brasileños. Pero más allá de eso, los recibió con los brazos abiertos.Se enamoraron de la cultura, de la historia, de los paisajes y de toda la gente en la que ven como valores característicos la alegría, las ganas de salir adelante, la cultura y el orgullo de ser colombianos; orgullo que se ha forjado en los últimos años gracias al mejoramiento de la imagen del país y el éxito de todos los colombianos en el exterior.