Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

9 de septiembre de 2014

Agua: el nuevo conflicto mundial

Por: Ana María Rojas Alfonso

No es nuevo el hecho de reconocer la escasez del recurso natural más importante para el hombre y la vida, el agua. Pero, lo que aún no se ha hecho visible es el conflicto de intereses que conlleva la desaparición del agua a partir de la advertencia de su desvanecimiento para 2025 y la insuficiencia de los recursos hídricos, que permitirá el abastecimiento únicamente a un tercio de la población actual.

A pesar de la debilidad del crecimiento económico mundial (2.7%, 2000-2012), las economías emergentes crecen a un ritmo acelerado. Por ejemplo, en la década de 1990, Asia Occidental y el Pacífico han tenido un crecimiento de su P.I.B promedio de 8.5%, y del 2000 al 2012, el crecimiento se eleva 9.2%. El crecimiento económico además, va de la mano con el desarrollo industrial y el crecimiento positivo de la población en la mayoría de los países.

La Guerra del agua como emblema de la situación mundial

A partir de estos comportamientos, viene el incremento en la demanda mundial por los recursos hídricos y la necesidad imperativa de las economías desarrolladas por obtener el control de las regiones en las que hay reservas de agua, para así garantizar su propia sostenibilidad en el largo plazo.

Para el año 2000, el pueblo cochabambino vivió la emblemática Guerra del Agua. La tercera ciudad más importante de Bolivia, es una tierra semi seca en la que la solo cerca del 50% de la población tiene acceso al suministro público de agua potable. Lo anterior condujo a que el país quisiera subvencionar los servicios de agua pública, pero de acuerdo con el Banco Mundial era fundamental la privatización del agua para garantizar la refinanciación.

Desde 1985, un cambio de modelo económico y una posición neoliberal han sido promovidos por el Banco Mundial en Bolivia bajo un Ajuste Estructural. Dicho ajuste a estado encaminado a la elaboración de políticas coherentes con una economía de mercado que permita la privatización  empresas de agua potable (Crespo Flores, 2000).

Es así como los movimientos a favor de proteccionismo hídrico en Cochabamba no son nuevos, por el contrario nacen desde la década de los 70 gracias a la constante desigualdad con respecto al acceso y distribución del agua potable.

Durante los años 90, el presidente boliviano Hugo Banzer obliga al país por medio de un contrato con la empresa multinacional norteamericana en la industria de la ingeniería: Bechtel, a privatizar los recursos hídricos de Cochabamba. Este pacto, impulsado por el Banco Mundial y el Ajuste Estructural del país, generó un alza de 35 por ciento en los precios del agua, sin presentar ninguna mejoría en el sistema de distribución ni cumplir con los avances prometidos,limitó el acceso que los habitantes circundantes tenían al agua, Bechtel tenía todo el control sobre Cochabamba, incluso sobre el agua de la lluvia.

Por otro lado, el gobierno se rehusaba a modificar la situación y pretendía que los bolivianos consideraran el agua como cualquier materia prima, susceptible de ser privatizada y comercializada. Adicionalmente, se delegó el control al consorcio internacional Aguas del Tunari, en el que la mayor participación correspondía a empresas extranjeras.

El incremento en las tarifas y la posición del gobierno motivó a la sublevación del pueblo de Cochabamba y después de meses de manifestaciones y bloqueos  en todas las rutas de acceso, el gobierno no tuvo más salida que rescindir del pacto con la multinacional.

Se pueden prever otros conflictos a raíz de éste

El desarrollo de la Guerra por el Agua de Cochabamba deja entrever conflictos en varias dimensiones. En primer lugar, el papel del Estado como defensor de los derechos e intereses de las personas afectadas. En un principio, se desconoció por completo la situación de las personas de Cochabamba y su capacidad para sobrellevar todo lo que implicaba la privatización del agua de la región. Se dejó de lado la disminución del poder adquisitivo de los cochabambinos, la capacidad de satisfacer sus necesidades básicas cotidianas y las repercusiones que traería al consumo de la región porla baja en el ingreso total disponible de la población.

En segundo lugar, la relación entre el Estado y la empresa multinacional no fue la más óptima. No se cumplió el objetivo de refinanciar a cabalidad los servicios de agua, no hubo una adecuada negociación que entendiera los factores referentes a la organización que iría a controlar los recursos hídricos y no se llevaron a cabo las mejoras que el pacto había garantizado.

Tercero y como consecuencia de las permisividades que tenía la multinacional en el manejo del agua, el trabajo realizado entre gobierno y Bechtel permite percibir al primero como un instrumento de la multinacional para garantizar la ejecución de sus proyectos. Se cuestionan los principios del mundo corporativo, el rol de las empresas transnacionales de ser creadores de valor, la indiferencia de las compañías hacia las necesidades más básicas de las personas y el exclusivo interés de ganar dinero a pesar de la generación de enormes daños colaterales.

Por último, lo más remarcable fue la actitud que tomó el pueblo cochabambino. El efecto que generaron marcó un precedente. Nunca antes la unión y la respuesta de la población habían tenido un peso de tal magnitud, hasta obligar a dejar sin efecto el contrato celebrado.

En lo que concierne a los intereses de los países y los agentes económicos internacionales, el agua y su sostenibilidad son temas de mayor inquietud y fuerza. En la medida en que la demanda por el agua se incremente y los recursos disminuyan, el acceso al agua va a generar discusiones de gran peso en las relaciones internacionales, la cuestión es cómo los países con reservas hídricas van a hacer uso de su posición y cuál será la dimensión de la diplomacia entre Estados y entre los Estados y las corporaciones.